Hace unos años descubrí mi pasión por las cosas olvidadas. En casa de mis padres había decenas de libros antiguos amontonados que ya nadie leía; guías de viaje de los años 80 desactualizadas que no servían para nada; revistas como el ¡HOLA! que no hacían más que coger polvo...
Un día que estaba aburrida, empecé a hojear todos estos materiales y de manera natural empecé a recortar las imágenes que más me llamaban la atención para crear composiciones. Fue aquí donde me di cuenta de las posibilidades que tenía para crear con esta técnica tan sencilla e intuitiva como es recortar con tijeras y pegar con pegamento. Así empecé a crear mis primeros collages en 2015 durante unos meses hasta que lo abandoné por completo hasta el año pasado, cuando encontré mis primeros collages que nunca había publicado y se me ocurrió seguir explorando por esa vía y ver si surgía algo más.
En el mundo del collage (y más en el analógico) no es usual encontrar tutoriales guías sobre cómo hacerlo, por lo que todo el proceso surgió de manera autodidacta e intuitiva. Gracias a la información visual adquirida en internet y mediante prueba y error, he podido experimentar hasta encontrar mi ‘estilo’: composiciones surrealistas que buscan transmitir nuevos significados a partir de imágenes encontradas en contextos muy dispares, en los que normalmente combino una figura principal y un fondo.
Los principales materiales que uso son guías de viaje, libros de montaña y naturaleza, revistas de los años 50 y 60, fotografías antiguas... Lo que me resulta atractivo de hacer collages analógicos es la nostalgia que se esconde detrás de este proceso en el que recupero imágenes olvidadas para dotarlas de un significado contemporáneo totalmente diferente al original.
Hace poco más de un año decidí empezar a digitalizar y a compartir en redes sociales los cientos de collages que tengo almacenados. La verdad es que gustaron más de lo que esperaba y decidí animarme a participar en un par de exposiciones en Valencia y Castellón y a montar una tienda online que me ha permitido pagar los costes que hay detrás de los collages (materiales, herramientas, láminas, pegatinas...).
