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BUROCRACIA | Daniel Hernández

Los tres cerditos van en el coche del hermano mayor. En el coche reina el silencio, la situación es seria. El mayor se dirige al trabajo, por el camino deja a sus hermanos en el ayuntamiento. Hace una mañana de perros, la lluvia cae con fuerza y se oye algún trueno lejano. Entran decididos, no entienden las sanciones que les han sido impuestas y se lo van a hacer saber al primer funcionario que encuentren.



Se colocan en la cola de reclamaciones, por suerte solo hay una cigarra en la cola. La cigarra le está explicando al funcionario que esa plantación de marihuana no era para vender sino para pasar todo el invierno y que había aprendido una lección del pasado. El funcionario, un astuto zorro, la despacha tranquilamente diciendo que no puede hacer nada. La cigarra se marcha cabizbaja. El zorro llama a los dos cerditos.

—Buenos días. Disculpe, no comprendemos la sanción que nos han notificado —le dice el mediano mientras le tiende la documentación.

El zorro lo inspecciona, teclea algo en el ordenador y dice:

—Creo que está bastante claro, se les ha impuesto una sanción por no tener permiso de obra.

—Pero… ¿Qué permiso de obra? ¡Si estábamos huyendo de un lobo! Teníamos que construir algo rápido –replica el hermano pequeño.

—Y tan rápido… Menudos materiales: paja y madera. ¿Cómo pensaban que iba a aguantar eso? Ni permiso de obra, ni materiales debidamente homologados, ni planos firmados por un arquitecto… ¡Ni siquiera son propietarios del terreno que pretenden edificar!

Los cerditos están perplejos, no entienden cómo pueden ser multados por intentar salvar el pellejo.

—¡Nos estaba persiguiendo un puto lobo gigante! ¡¿Qué se suponía que debíamos hacer?! ¡¿Servirnos ya asados en una bandeja?! —grita el pequeño de los cerditos hecho un basilisco.

—Escuchen… El lobo es la víctima aquí. ¿Creen que es fácil luchar contra tu propia naturaleza? ¿Creen que un lobo se puede rebelar contra la cadena trófica tan fácilmente? Ese lobo está a merced de su propia condición. Me consta que asiste con asiduidad a Carnívoros Anónimos. Está intentando integrarse en la sociedad, ¿comprenden? —dice el zorro.

—¿Y nosotros no tenemos derecho a intentar salvarnos? ¿No tenemos derecho a una vivienda? —pregunta el mediano.

—No se pase de listo, están muy claros los cauces a seguir antes de una obra. No se puede realizar cualquier chapuza. En cualquier caso, pueden recurrir la sanción si así lo desean.

El zorro teclea con parsimonia en su ordenador.



—Por lo que veo residen actualmente con su hermano mayor, ¿cierto? —pregunta el funcionario.

—Así es —contestan al unísono los hermanos.

—Veo que su hermano sí que hizo su vivienda con todos los permisos, planos en regla, muy buena construcción, materiales de calidad… El granito de esta zona es

fantástico para una vivienda. De acuerdo, les mandaré a esta dirección la documentación que pueden rellenar y presentar por correo ordinario para recurrir la sanción. Aunque, siendo sincero, no pinta nada bien.

—Burócrata de los cojones… —masculla el cerdito menor.

—Pero debe haber algo que podamos hacer ahora para agilizarlo —dice el mediano mientras le da un pisotón al pequeño.

—Ustedes los cerdos se creen muy listos. Siempre ha sido así. Todo por culpa de Rebelión en la granja. Pues permítanme que les diga: no son tan listos como se creen. ¡Son unos anarquistas, eso es lo que son! Se creen que viven ajenos a las reglas de nuestra sociedad. Caballeros, hay unos tiempos y unos caminos que se deben seguir. Que me perdonen los primates, pero esto no es una república bananera.

El mediano, más sosegado que su hermano, intenta ser conciliador con el zorruno funcionario.

—Discúlpeme, no queríamos parecer unos listillos, con mucho gusto rellenaremos esos documentos. Pero si hubiese posibilidad de hacer alguna otra cosa…

—Bueno. Pueden concretar una reunión con el Defensor de Animales de Granja. Les advierto, es un asno muy tosco al que le quedan cuatro meses para jubilarse. Tendrán que pedir cita en la planta tres, aunque esta semana la tiene completa —dice el funcionario en un tono más amistoso.

—De acuerdo. Eso haremos, muchísimas gracias.

El zorro asiente y desvía su mirada hacía el siguiente ciudadano descontento guardando cola.

Los dos hermanos salen decepcionados, se dan cuenta de que el asunto no tiene fácil solución. Empiezan a divisar una vida siempre a la sombra de su hermano mayor, durante un tiempo no van a poder independizarse. Los gastos de este proceso van a ser enormes y según están los alquileres… Les esperan meses de cartas, llamadas telefónicas y pleitos, junto con los numerosos “os lo dije” que van a tener que soportar. Además, el lobo había presentado una demanda por lesiones por quemarse con la chimenea de su hermano. El mayor está muy enfadado con la situación. Al menos ha pedido presentar una contrademanda contra el lobo por allanamiento de morada. Suerte que tiene todos los papeles en regla.



Daniel Hernández

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