NOTA DEL EDITOR

Guille, coeditor

No hay cosa que más le guste cenar a Olivia que un huevo, ni siquiera es relevante lo que haya de cenar que para ella todo es más bonito con un huevo, incluso a veces se lo come como un primer plato, lo ingiere con el mimo y el entusiasmo de alguien que está haciendo lo que más le gusta (os prometo que la he visto comerse un huevo pasado por agua mientras llevaba la cena al salón).

Siempre sigue el mismo procedimiento, ve qué hay de cenar, se pone triste porque es algo sin gracia, abre la nevera, ve que hay huevos y se le dibuja una sonrisa. Coge una cazuela pequeñita, hierve agua y echa toda su felicidad a 110 °C.

Con la cuarentena he tenido la posibilidad –y privilegio- de pasar más horas con ella y adentrarme un poco más en esa cabecita en ebullición constante y he descubierto que lo que hace por las noches con los huevos y las cenas sosas, lo hace el resto del tiempo con proyectos, collages, ilustraciones, fotos, costura -ahora también cose la tía- y más cosas que yo todavía no entiendo.

La misma cara de felicidad que pone cuando quedan huevos en la nevera fue la que puso cuando me habló por primera vez de Bragas y durante las siguientes semanas he visto el mismo proceso; cogió su barrio y amigas, les propuso un medio para expresarse y volcó toda su voluntad y talento para crear esta revista.

Yo, por mi parte, me limito a colaborar con mis cenas sosas y disfrutar del espectáculo, y a ti que estás leyendo esto, espero verte pronto en Bragas.